Las mañanas siempre tan coticas, sicóticas
donde hasta el mas último individuo esta con el toque de amargura...
La mayoría de
las personas que nos levantamos a muy tempranas horas pasamos por el trance de
flojera, esa rabia retenida por despojarnos del espacio calientito que hallamos
en nuestra cama, tener que soportar las correntadas de aire frio, la pereza de
alistarnos rápido para poder tomar el autobús y llegar temprano al trabajo.
Comer corriendo un pan, renegar de la tasa de leche que se enfrió y así nos enrumbarnos
a la calle para poder coger un carro relativamente vacío o en algunos casos
aceptar ser una sardina más en el bus con aquel temor de ser robada o manoseada
por algunos tipejos que nunca faltan en la movilidad. Es así que el tráfico
limeño nos agarra a muy tempranas horas, donde todo el mundo aún guarda su cólera
mañanera, más aún si es un lunes, después de venir de un fin de semana bien
disfrutado y haber añorando querer que esos días hayan sido eternos. Aquellas
horas o minutos que pasamos en el carro esperando a que avance, la gente
reniega, lisurea a diestra y siniestra al conductor, gente dormida, algunos
conversando otros pensando, etc.
Y logramos ver a través de la ventana la
verdadera universidad de la vida, donde se ven todo tipo de situaciones, todo
tipo de gente, todo tipo de cosas, recuerdo que hace algunos días logré ver a través
del ventanal del bus conductores peleándose, aún no sé por qué pero justifico
esa acción con la rabia de la mañana, esa cólera retenida por estar despiertos
tan temprano más aún con el trafico limeño que nunca cambia.
Mi mañana maldita empieza a las 6:30am.
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